El libro de relatos va mutando con lentitud en una novela de personajes múltiples, como una especie de Vidas Cruzadas de Robert Altman, pero plagada de heterónimos y personajes que se repiten, como en universos paralelos, con modificaciones mínimas: la amiga que hace canciones, los distintos hermanos -algunas veces ausentes por completo-, su prole, dentro y fuera, la ciudad. Sobre todo la ciudad. Aloma enumera los besos de verano e inventa las lenguas que compartió, así parece que solo te quedas con lo bueno, con lo de dentro de la golosina.