Tras cada bufanda, tras cada bandera y tras cada pancarta que exhiben los ultras en un campo de fútbol, no importa que su ideología sea afín a la extrema derecha o izquierda, subyace un problema mucho más profundo, y que trasciende las gradas. Hasta llegar, tarde o temprano, a las puertas de nuestra casa. Sale de los estadios y se extiende por las calles, infectando escuelas, colegios, institutos y universidades.