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Para hacer más entretenido el viaje nos faltaba una cosa que suele pasar «siempre que el tren sale», me dice Sergio, camiseta holanda su maquinista. Unos kilómetros más adelante de Alausí, última estación del recorrido, el tren de la Nariz del Diablo avanza unos kilómetros más y desciende 800 metros en zig zag sobre una formación rocosa que, por su dificultad y forma, fue denominada con esta alusión al demonio.